lunes, 30 de junio de 2008

La huella de carbono y la Supply Chain

Cuando les hablé hace unas semanas sobre la definición de la Cadena de Suministro, comentaba entonces que para mover un producto o un servicio a través de la Supply Chain, hay que ser capaz de diseñarla y operar eficientemente a través de ella, actuando sobre los cuatro flujos principales: físicos, de información, financiero y de conocimiento (ver la entrada 2 de marzo en este mismo blog). En base a estos procesos y sus diferentes variables, se toman las decisiones de diseño y ejecución por parte de las compañías que operan estas Cadenas de Suministro, y como resultado de todo ello, los clientes y consumidores tomamos nuestras decisiones en el momento de la compra, en base al valor que nos ofrecen los productos y/o servicios que nos ofrece la Supply Chain: aspectos de diseño, técnico, servicio, sociales y por supuesto, precio.

Pero algo está cambiando hay fuera. Otro nuevo flujo y sus correspondientes variables están apareciendo con fuerza en el diseño y la ejecución de una Cadena de Suministro: el de la huella de carbono o como dicen los americanos, the carbon foot print. Hace tiempo que se viene hablando de la sostenibilidad, el tratado de Kyoto y cosas parecidas, pero también es cierto que, poca o de ninguna manera estos parámetros influían en las grandes líneas maestras para el diseño de una Supply Chain, y mucho menos, como factor de decisión en el momento de la compra por parte de un cliente final. Reconozco que estoy muy sensibilizado con el tema del cambio climático y desde luego no voy a entrar aquí a discutir a algunos que ponen todavía en duda el asunto. El libro Calor de George Monbiot, que he leído recientemente, ha generado en mi unas sensibilidades sobre el asunto que antes, debo reconocerlo, no tenía.

Básicamente lo que propone Monbiot es que si queremos reducir las emisiones de CO2 que enviamos a la atmósfera, con el fin de no superar el aumento medio de dos grados en la temperatura ambiente y perjudicar con ello de manera irreversible la vida en la Tierra, cada ciudadano en un medio plazo no deberá emitir por año, por encima de 350.000 kg de CO2 (al ritmo actual, en diez años estaremos en 2.500.000 kg por habitante y año). O sea que cada persona tendrá su propia “cuenta corriente de carbono” donde se le irán imputando las emisiones de CO2 que vaya produciendo según los productos que consuma, el combustible que gaste en sus vehículos o la energía eléctrica que utilice en sus hogares. Si nos pasamos de esa cantidad anual de CO2 emitido, se nos penalizará como ciudadanos pagando más impuestos.

Basado en esta nueva variable de la huella de carbono, surgirá en los consumidores una nueva sensibilidad que acabará afectando a sus bolsillos si toman decisiones de compra que no vayan contra las emisiones. Las Cadenas de Suministro deberán considerar este nuevo factor en su diseño y operación ya que los consumidores lo integrarán dentro de su análisis de valor del producto y de su decisión de compra final. Producir en Asía, aunque sea a bajo coste, produciendo con grandes emisiones de CO2 y fletando transportes que eleven el carbon foot print del producto, hará que se reconsideren ciertas decisiones en la Supply Chain mundializada que hasta ahora tenemos, y que basándose solo en el factor del precio del producto, parecían hasta ahora incuestionables. Valga otro ejemplo del cual se está hablando mucho últimamente: puede ser que en un futuro, comer un filete de carne que haya producido más emisiones que un plato de ensalada, pueda ser también más “barato” para nuestra cuenta corriente de emisiones de CO2.

¿Ciencia ficción? A primera vista así pudiera parecerlo, pero cada día estamos siendo más sensibles al control de las emisiones, como lo somos actualmente al coste económico de un producto. El “coste en emisiones” será en un futuro tan importante como el precio en euros de lo que compremos y consumamos. Afortunadamente y de manera indirecta, el endemoniado crecimiento del precio del petróleo está colaborando a toda esta sensibilización para hacer frente al dioxido de carbono. La búsqueda de fuentes de energía alternativas con emisiones de CO2 cero o casi cero, se va convertiendo en una prioridad mayor para los ciudadanos de la Tierra y para las compañías que los generan. Aunque nunca es suficiente. Habrá que hacer más. Algunas empresas ya hablan del Green Sigma como la metodología para analizar los procesos de valor y eliminar todas las emisiones de CO2 innecesarias dentro de la Cadena de Suministro. El cliente final tendrá la última decisión.

El punto de vista de Monbiot no es optimista, pero si realista. Hay que reducir las emisiones en un 90% antes del 2050. Es técnicamente posible a través de las nuevas Cadenas de Suministro, aunque su viabilidad política es mucho más incierta. Los gobiernos se echarán la culpa los unos a los otros. No es fácil. Mucha tecnología que será necesaria para frenar las emisiones, está en aún por desarrollar. Estamos pidiendo un gran cambio en nuestra manera de vivir, para asegurar el futuro del planeta que habitamos. Como dice Monbiot al final de su obra: ”la diferencia de todas las movilizaciones públicas que han precedido a esta, es que la campaña contra el cambio climático no es para pedir abundancia, sino austeridad. Es una campaña no para obtener más libertad, sino menos. Y lo más extraño es que es una campaña no contra otros, sino contra nosotros mismos”. Da que pensar.

Les invito a que lean la obra de Monbiot. Bajo esta nueva óptica, entenderán que habrá mucho que hacer en la estrategia y el diseño de las Supply Chainen el futuro y que tarde o temprano, los clientes, todos nosotros, estaremos preguntándonos… ¿Cuánto CO2 llevo emitido este año en mi cuenta corriente?...y acabaremos comprando en base a las emisiones. Va en ello nuestro bolsillo y nuestro futuro.

Referencias

http://www.monbiot.com/

http://en.wikipedia.org/wiki/George_Monbiot

http://www-935.ibm.com/services/uk/bcs/pdf/ibm2216_02_green_sigma_final.pdf


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